Gran Sabana no postal

Mi madre siempre dice que vivo "en el fin del mundo". Yo vivo en la Gran Sabana, en el sureste extremo de Venezuela, en un sitio tan distante
y tan distinto que hasta se me ocurrió quedarme a vivir. Los invito a conocer esa Sabana que experimento en mi cotianidad: la Gran Sabana no postal.

viernes, 28 de mayo de 2010

De productor de TV a mochilero

Muchos viajeros se ganan la vida haciendo este tipo de espectáculos (Fotografía de Morelia Morillo).
Conocí a Johnatan en 2007.

Vía teléfono, me dijo que quería conocer las experiencias vinculadas al Programa Mayú, la punta de lanza de la estrategia de responsabilidad social impulsada por la hidroeléctrica en beneficio de los indígenas pemón, los habitantes ancestrales de estas tierras.

Siembra de hortalizas en módulos techados con plástico, cría de peces en lagunas, registro de la historia y de los cuentos pemón y publicación de un medio bilingüe español-pemón. Todo le pareció “super interesante”.

Llegó a la dependencia de Electrificación del Caroní (EDELCA), para la cual yo trabajaba, a la cabeza de un equipo de Vive TV, uno de los canales de televisión que integra el Sistema Nacional de Medios Públicos de Venezuela.

Llegó apurado, con el cabello recogido en un moñito que apenas le brotaba sobre el cuello, totalmente vestido de blanco y con un carné que lo acreditaba como productor audiovisual. Me dio la impresión de que se había propuesto conocer toda la Gran Sabana (32.990km²) en menos de una semana.

Quizás por eso no se despegaba de la pauta que habíamos acordado con anticipación. Se aferraba a ese papel, pero, irónicamente, se empeñaba en demostrarme que haría periodismo con o sin la anuencia de sus aliados oficiales. Así que, agotada el plan, Johnatan se desapareció.

A los pocos días, me dio una primera sorpresa: me lo topé trotando por la troncal 10, la carretera que une al municipio Gran Sabana con el resto del país. Iba sin camisa, con el cabello suelto y revuelto por el viento.

Días más tarde, volvió a sorprenderme: me dijo que se había enamorado de una muchacha indígena y que estaba por llevársela a Caracas.

Nunca vi su documental y en tres años no supe más de él. Pero hace unos días me lo conseguí, de nuevo en Santa Elena de Uairén, la capital del Municipio Gran Sabana a 15 minutos de Brasil. Esta vez con unas trencitas que me apuntaban desde su barbilla.

“Ese viaje me cambió la vida”, me dijo. “En Vive, llegué a ser el segundo de Prensa. Pero ahí había una gente de la derecha que me tumbaba las transmisiones del Presidente (Chávez)”.

¿Y entonces?
“Renuncié y me vine de mochilero. Estoy vendiendo juguetes para malabaristas. Voy bajando hacia Bolivia. Quiero reunir mil dólares para comprarme un terreno allá”, en la tierra de Evo.

Mientras esperaba el arribo de su novia a la capital de la Gran Sabana, Johnatan se dedicó a vender yesqueros gigantes por todo el pueblo. “Nunca había ganado tanta plata en mi vida”, le comentó a un amigo.
La novia, una violinista colombiana tan de mochila a la espalda como él, llegó y se marcharon rumbo al sur. “Me tengo que ir, ya me estoy quedando pegao' aquí”.
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